El gasto de agua en Sevilla cae un 36% desde la gran sequía

Fuente: Correo de Andalucía

Al sevillano no le hace falta alarmas de sequía para cerrar el grifo. Algo cambió en su mentalidad cuando, a principios de los noventa, los embalses se quedaron tan secos que recurrieron a cortes nocturnos del suministro y a tirar del caudal del río Guadalquivir ante la falta de recursos hídricos. Hasta se barajó evacuar Sevilla y su entorno, según confesó, décadas después, Jaime Palop, quien fuera comisario de Aguas durante estos tiempos de carestía y actual consejero delegado de Emasesa.

De aquel susto por este ciclo seco se despertó una conciencia de ahorro que, un cuarto de siglo después, persiste. Los hábitos restrictivos del consumo se han heredado de padres a hijos. O al menos eso creen desde Emasesa, que ven que las cifras de consumo han descendido un 36 por ciento desde esa gran sequía. Antes de las primeras restricciones de agua –allá a finales de 1992–, cada sevillano gastaba 176 litros al día. El cierre de 2017, según los datos provisionales, se sitúa en la horquilla de los 112-113 litros por habitantes al día. Un mínimo histórico que se reedita cada año desde 2013 y que, si se entra en comparaciones, está muy por debajo de la media española, que se sitúa en 130 litros al día. «Hay lugares en España cuyo consumo está por encima de los 200 litros», señala el jefe de Relaciones Institucionales de Emasesa, Antonio Rodríguez, que otorga un papel capital a esa concienciación del sevillano, que cree que va más allá de ese fantasma de la sequía. Su argumento se sostiene en los datos históricos a la baja. Desde 1991, solo se han producido tres leves repuntes del consumo: en 1994, 1998 y 2003. Todo lo demás ha sido disminuir o, en el peor de los escenarios, mantenerse en los niveles del ejercicio anterior.

Pero no todo es buen hacer del ciudadano. También juega algunas bazas de Emasesa, como laapuesta por los contadores individuales. «Si el consumo es comunitario no eres consciente de lo que estás gastando», aclara Antonio Rodríguez, que reivindica pasar de contadores colectivos a individuales, que permiten una reducción, según cada caso, de hasta el 25 por ciento. Este cambio, de hecho, es la opción más factible para reducir los ya bajos guarismos en gasto de agua, ya que hay muchos barrios antiguos, como Parque Alcosa, La Barzola, Villegas o Begoña, por citar algunos, donde todavía facturan a través de contadores colectivos. El recelo de estos vecinos está en el coste de la intervención –entre 600 y 700 euros–, que Emasesa replica con los beneficios que podrían obtener en la factura. Hasta tiene en mente impulsar una campaña para empujar el cambio.

Otro de los factores que permite menor derroche de agua es la reducción a la mínima expresión de las fugas. Las pérdidas de agua en las conducciones fue una de las exigencias de la UE para autorizar la construcción del embalse de Melonares. Ya desde principios de siglo se emprendieron acciones, pero fue hace una década cuando se impulsó un plan de sectorización que ha permitido que la red deje de perder tantos recursos hídricos. En concreto, este plan ha propiciado que se pase del 21 al 12 por ciento de pérdidas.

Melonares servía de obligación ante las fugas, pero también era el símbolo llamado a acabar para siempre con las sequías, más allá del consumo responsable. La incorporación del embalse a la red de Emasesa en julio de 2016 –tras más de 12 años de obras– ha hecho que la capital y su área metropolitana cuenten con dos años extra de abastecimiento, siempre que el escenario se desarrolle «en circunstancias normales». ¿Por qué dos años? El consumo anual de agua de la empresa metropolitana de aguas se sitúa en torno a los 90 hectómetros cúbicos al año. Solo Melonares retiene 185 hectómetros cúbicos.

Con todo, Sevilla tiene garantizada el agua, al menos hasta mitad de 2022, siempre que se cumplan las condiciones hídricas consideradas habituales. A fecha de este domingo, los embalses que abastecen a Sevilla –además del mencionado Melonares, están los pantanos de Aracena, Zufre, Cala, La Minilla y Gergal– se sitúan al 62,4 por ciento de capacidad, es decir, 400,43 hectómetros cúbicos de agua. Una cifra realmente positiva a la vista de los problemas que padecen otras provincias cercanas, caso de Jaén o Córdoba, que han motivado que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir haya solicitado al Estado que curse el decreto de sequía. «La primavera es una etapa hídricamente buena. Pero hace falta que llueva ya. Si no se almacena más agua, se corre el riesgo de que los embalses estén al 50 por ciento en verano», avisan en Emasesa, que recuerdan que la capacidad para cuatro años se evalúa sin tener que recurrir a ninguna campaña agresiva de restricciones –escenario que, hoy en día, no se plantea–, que ampliaría el espectro de consumo.

 

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